El Bulevar de los Sueños Rotos

Los hay que creen en su existencia; también los hay que no. Yo, desde hace algún tiempo, formo parte del primer grupo. Yo sí creo. Yo estuve allí.

Hace unas cuantas noches lo visité, por casualidades de la vida. Siempre me he considerado un soñador tremendamente activo; en muchas ocasiones recuerdo con bastante detalle los sueños “vividos”.

En una de esas ocasiones visité tan concurrido lugar. Tal vez, sugestionado por la canción que le dedica el grupo estadounidense Green Day, que había escuchado el día anterior, mi subconsciente se dio un paseo por el famoso bulevar.

Era una avenida tremendamente larga, casi eterna, de la cual no alcanzaba a verse el final. Custodiado por dos hileras de cipreses secos, el suelo, de adoquines rojos, languidecía desgastado por el continuo trasiego de la gente que por allí deambulaba.

Por todas partes, gente perdida, caminando sin rumbo, buscaba los fragmentos de sus sueños rotos. Miles de retales de hojas de periódico en los cuales aparecían escritos los sueños de mucha gente. Retales de las vidas de cientos de almas, incompletos.

Por azar, el viento trajo frente a mis pies un fragmento perteneciente a la portada de un periódico. En ella, una fotografía mía, junto con un titular que no llegué a comprender por estar escrito en un idioma desconocido para mi.

Rápidamente, sin pensarlo, me agache y recogí el trozo de papel. Tras doblarlo con cuidado, lo introduje en el bolsillo derecho de mi pantalón.

De repente, todo a mi alrededor desapareció, y me encontré en un inmenso campo verde, que lo cubría todo hasta donde la vista alcanzaba a divisar. Y fue en ese preciso instante cuando mi sueño acabó…

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